Me cruzo con otras personas corriendo, paseando a sus perros, caminando y ciclistas; voy poniéndome alerta y despertando mientras amanece, tengo 2 personas al frente a un ritmo más lento que el mío, observo que viene un ciclista en dirección opuesta a la mía, mido la distancia y siento que puedo pasar a la pareja frente a mí, decido acelerar el ritmo y pasarlos, me voy acercando a ellos pero noto que el ciclista está muy cerca y me va a golpear, debo acelerar más y me impulso con fuerza hacia adelante y giro mi cintura y tronco hacia la izquierda para que el ciclista no me golpee, vuelvo a regresar mi cuerpo a la posición normal pero esa torsión me hizo sentir un tirón en la parte baja de la espalda, no me molesta tanto, mejor sigo corriendo porque tengo que regresar. Termino de correr mis 8 kilómetros y estiraré un poco, ouch..! Me duele más la espalda. El dolor no me dejó trabajar en paz en la oficina y me está molestando al caminar. Creo que debo ver al médico".
Una historia muy cotidiana, real y común que incrementa la larga lista de casos de personas que hacen ejercicio y que contrario a lo que la mayoría piensa entrenan adoloridos o lesionados.
“Pero si yo me cuido en la alimentación y voy al gimnasio para fortalecer mis músculos” sin embargo en el último año me he lesionado 3 veces y tengo que parar mi entrenamiento cada vez que me sucede. ¿Qué estoy haciendo mal, supuestamente el ejercicio, me daba una mejor calidad de vida…?
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